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lunes, 1 de noviembre de 2010

 Hasta otro hermoso mundo.



Comenzaba a obscurecer en aquel tranquilo pueblo…
El, con tan solo 17 años de edad, salía de la casa de su padre lo más rápido posible con una pequeña mochila y una maleta en su mano, pero, sin rumbo alguno.
Ella, con tan solo 16 años de edad, salía del departamento de sus padres con un abrigo, tan largo que le tocaba los pies y con dos maletas. Pero, también sin rumbo alguno.

Se acercaba la noche. Los dos jóvenes se dirigían hacia la estación de tren.
Ella esperaba el tren de media noche, el esperaba el mismo. Se encontraban en la misma sala. Pero no se miraban…
Llego el tren, los dos jóvenes miraron atrás, y despidieron una lagrima, un ultimo suspiro, su ultimo aliento.
Se sentaron en la misma habitación del tren. De repente un llanto irrumpió el silencio. El la miro de reojo y le pregunto; “¿Qué te pasa?”
Ella lo miro, y le dijo; “Estoy algo triste, pero no es importante” al decir esto, el se acerco, se sentó a su lado y le seco las lagrimas con un pañuelo que saco de su bolsillo.
“Vamos, puedes contarme, hasta este momento, no hay nada que logre sorprenderme. Ya, hagamos una cosa, tu me cuentas tu historia y yo la mía, ¿te parece?” dijo el. “Esta bien dijo ella…”
Los dos jóvenes permanecieron hablando de sus desdichas y sobre ellos durante toda la noche.
“¿Hacia donde te diriges?” pregunto el. “No lo se muy bien…” dijo ella; “Al parecer no tenemos a nadie”, el le respondió con un “Nos tenemos a nosotros, somos diferentes soledades que vagan por ahí, pero podríamos permanecer juntos.”
“Si”, dice ella; “Eso somos, dos soledades que andan juntas y...¿Por que no?... ¿unidas?”.
El sonríe.
Ella sonríe.
Continuan su viaje, pero ahora no ivan solos...




Denis